Aunque no consigo distinguirlas, oigo voces familiares a mi alrededor. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que cerré los ojos por última vez, pero por lo menos ya no estoy en esa horrible posición y no siento nada.
Intento abrir los ojos pero los párpados me pesan una barbaridad, aún así hago un sobre esfuerzo para intentar averiguar lo que ocurre a mi alrededor. No puedo hablar y estoy muy atontada, creo que estoy tumbada en una cama y me parece distinguir una silueta enfrente de mí, a la altura de mis pies. Intento por todos los medios forzar la vista pero veo borroso, y la persona que está ahí mirándome va ataviada con una especie de bata grande que no es blanca y me dificulta ver su ropa. Consigo discernir su figura, es una chica alta y delgada y me es muy familiar, creo que podría ser mi amiga Laia de Barcelona o mi amiga Aïda que vive en Tarragona. Quiero acercarme para hablar y preguntarle dónde estoy y porqué estoy allí pero no me puedo mover. Grito suplicando que se acerque a mí pero no me oye y me desespero, la impotencia se apodera de mí.
De repente siento que ya no puedo luchar contra la fuerza que ejercen mis párpados y vuelve de nuevo la oscuridad.
Frente a mí hay un chico y una chica muy jóvenes, me parecen casi niños. Sus caras están muy cerca de la mía y me están hablando, ambos llevan batas blancas y deduzco que sigo en el mismo hospital en el que me han secuestrado. Tendré que obedecer a todo lo que me digan ya que ellos tienen la sartén por el mango y pueden hacer conmigo lo que quieran.
Dios mío, creo que me van a matar, están experimentando conmigo y no recuerdo dónde me secuestraron. Tengo miles de preguntas que hacerles pero no puedo hablar, pocas veces me he sentido tan impotente en mi vida y tengo mucho miedo. Voy perdiendo la esperanza de que mi familia y mi marido me puedan encontrar y rescatarme de este lugar en el cual todo parece perfecto y limpio, y en el que las personas que he visto hasta ahora pululando a mi alrededor parecen sacados de una peligrosa secta que elige a sus integrantes muy jóvenes y bellos/as y todos simulan una situación de absoluta normalidad.
Me dicen que me van a lavar los dientes, hablan muy pausadamente pero con un tono alto de voz y vocalizando. Dicen que me van a poner un líquido en la boca que no tengo que tragar, me cepillarán los dientes y a continuación tengo que echar el líquido en una palangana.
Cuando me introducen el líquido, me piden que abra la boca para cepillarme, pero no aguanto ni dos segundos, empiezo a atragantarme y me lo echo todo por encima. Veo sus caras de desaprobación (¿o preocupación? No sabría decir) y pienso que he metido la pata hasta el fondo, espero no provocar su ira. Llaman a alguien avisando que me tienen que cambiar la ropa y de repente vuelvo a ceder ante la presión que ejercen mis párpados.
Nota: más adelante descubrí que mi atontamiento era debido a la cantidad de droga que me ponían junto al suero y la medicación, que me provocaba alucinaciones como la de la extraña postura en la que estuve los dos primeros días de ingreso. La silueta era mi amiga Aïda y la bata que llevaba era verde, pues todas las personas que entraban a verme tenían que ponérsela antes de entrar, primero en Reanimación y posteriormente también en la UCI.