lunes, 6 de junio de 2016

MAMA

Hoy he conseguido dar un par de pasitos con el fisioterapeuta y con la ayuda de unas zapatillas que Ilker y Anne me han comprado, y que a partir de hoy hemos nombrado "las zapatillas voladoras" ya que cumplen todos los requisitos que el fisio había pedido y con ellas he dado mis primeros pasos. También me han quitado la sonda y me han explicado que llevo unos cables que van conectados desde lo que me queda de brazo a un maletín, que sirven para drenar la herida...No quiero ni pensar lo que sale de ahí.

La verdad es que no me atrevo a mirar de ninguna de las maneras, estoy horrorizada al pensar lo que me voy a encontrar. He pedido que tapen todos los espejos que pueda haber en la habitación ahora que ya empiezo a dar los primeros pasos, no estoy preparada para esto. Mi cabeza todo el día está dando vueltas y lloro varias veces, pienso porqué me ha tenido que pasar esto a mí si yo jamás he deseado mal a nadie e intento ser siempre justa y no dañar a los demás en mi vida en general. No sé qué clase de castigo divino es esto tan fuerte que me ha pasado, Dios, ¿qué he hecho yo para merecerme esto? Llevo nueve años con mi ciclomotor arriba y abajo todos los días y nunca he tenido ni una sola caída, ni un sólo rasguño... Siempre me he considerado buena conductora. Y ahora ¿qué va a ser de mí? Pienso que voy a necesitar ayuda para toda mi vida y eso de ser una carga para los demás soy incapaz de asumirlo. Pienso que Ilker me va a dejar cuando me recupere, ¿quién va a querer a una lisiada como yo? Ahora siento que soy una mujer incompleta, me falta un pedazo de mi cuerpo que ya nunca volverá, y siento un vacío enorme dentro de mí. A pesar de todo intento mantenerme fuerte de cara a los demás porque no quiero verles tristes ya que pasan tantas horas aquí conmigo. Voy a ser fuerte por ellos y por todo el apoyo que me están dando.

Ya ha llegado la tarde y me encuentro sola en la habitación, sentada en el sillón de hospital y viendo la tele que me cuesta horrores ver la pantalla con claridad porque me lloran mucho los ojos a causa del oxígeno. Entra una enfermera que no conozco y me dice:

- Hola Mireia, ¿cómo estás?- le digo que bien- Una cosa te quiero decir, a ver, tu madre está fuera y tiene muchas ganas de verte, si tú quieres y te apetece le digo que pase, y si no le digo que se vaya y no pasa nada, pero tiene muchas ganas de verte.- me quedo estupefacta y no sé qué decir. Si bien es cierto que Ilker me ha ido diciendo estos días que mi madre le llama cada día para preguntarle cómo estoy, cada vez que Carmen, mi padre o él me han preguntado si quería verla me he negado en rotundo. Hace muchísimo tiempo que no la veo y los últimos recuerdos que tengo de ella precisamente no son agradables. La enfermera ve mi expresión de duda en la cara- Mira vamos a hacer una cosa, me voy a salir un momento y te lo piensas, y cuando vuelva me das una respuesta.- le digo que sí y se va.

Bueno, al fin y al cabo es mi madre y la verdad es que tengo mucha curiosidad por saber lo que me va a decir pero a la vez me provoca nervios e incertidumbre. Tampoco tengo nada que perder y no creo que en este contexto empecemos a discutirnos. Por otro lado he pensado mucho en ella todo este tiempo en el hospital y he sentido muchos remordimientos por no haber estado a su lado en su lucha contra el cáncer, a pesar que la relación era nula antes que la diagnosticaran tampoco se merecía que le diese tanto la espalda aunque tuviese que hacerme cargo de mi hermano. Creo que solamente desde la soledad de la cama de un hospital se puede llegar a comprender la necesidad de ser amados y atendidos cuando estamos en una situación tan vulnerable, cuando estamos postrados en una cama y las horas parece que no pasan en el reloj y la soledad, el abatimiento y el hastío se apoderan de la mente y el corazón. Es ahora cuando he comprendido que no debería haberla dejado de aquella manera, porque hay cosas en la vida que deben estar por encima del orgullo y del rencor, especialmente cuando se trata de tu propia familia. Por este motivo cuando vuelve a entrar la enfermera, le digo que sí, que accedo a ver a mi madre. Sale de la habitación para ir a buscarla y esos instantes se me hacen eternos, estoy nerviosísima y no sé qué decirle, intento ponerme erguida para que vea que no estoy tan mal.

Y de repente entra en la habitación como un huracán. Su cara refleja mucha emoción e inmediatamente se pone a llorar, es extraño porque le noto tristeza y alegría al mismo tiempo, está muy nerviosa y veo que tiembla. Viene directamente a abrazarme y darme un beso, está descompuesta y yo no sé cómo reaccionar.

- Mireiaaa ¿cómo estás?- le digo que bien y giro un poco la vista a mi brazo izquierdo y me encojo de hombros- Ya lo sé Mireia, ya lo sé, ¡pero lo importante es que estás viva! Tenía muchas ganas de verte.- No para de llorar y temblar a la vez. La enfermera entra y nos ofrece un par de tilas para relajarnos y yo la acepto de buen gusto. Mi madre le contesta que la tila no le hace nada y que antes de entrar ya se ha tomado una pastilla para los nervios, ¡pues menos mal!

Entra Ilker muy preocupado por lo que pueda pasar entre nosotras- Àngels por favor, cálmate y no llores, si quieres sal fuera un poco porque Mireia no se puede poner nerviosa, tiene que controlar la respiración.

- No no Ilker, es que estoy muy emocionada por verla y por eso estoy llorando, no lo puedo evitar, lloro de alegría porque está aquí, viva. No te preocupes que no va a pasar nada.- Yo también le digo que esté tranquilo y entonces nos deja a solas para que hablemos.

Poco a poco se va calmando el ambiente y mi madre se va tranquilizando.- Mireia, he sufrido mucho por ti, lo he pasado muy mal, cuando nos decían que no sabían si ibas a sobrevivir yo me quería morir porque tú y tu hermano sois lo más importante para mí y si os pasa algo me muero. La muerte de un hijo es lo peor en la vida que le puede pasar a cualquier persona, ¡pero tú estás aquí! Has vuelto a nacer y mira, ya sé que te falta el brazo pero ya verás que poco a poco podrás hacerlo todo.- entonces me pongo a llorar yo también- ¡Pero mira mama lo que me han hecho! Yo no sé si podré...- ella vuelve a llorar también- Claro que sí, con el tiempo podrás aprender a hacerlo todo con una mano, lo que pasa que ahora es todo muy reciente y lo ves así. Yo no quiero estar nunca más enfadada contigo, no quiero que nos dejemos de hablar nunca más y te prometo que no voy a permitir que nadie se interponga entre nosotras, ¡te lo juro! Nunca más, porque todo este tiempo que no nos hemos hablado he llorado mucho y te he echado mucho de menos.- me sorprende oír estas palabras de su boca porque no acostumbra a mostrar sus sentimientos- Vale mama, olvidemos el pasado y vamos a pasar página, ¿vale? No hablemos más de lo que sucedió porque yo también lo he pasado mal y todos estos días aquí ingresada he pensado mucho en ti y me he sentido muy mal por haberte dejado sola cuando estuviste enferma, lo siento- mi madre también se queda sorprendida por lo que acabo de decirle- ¿Ah sí? Bueno, yo me sentí muy sola pero dejémoslo estar. Te he traído unos bombones de chocolate que sé que te gustan mucho, son de la pastelería La Montserratina, de lo mejor de Vilanova.- ¡Vaya! Los bombones son muy bienvenidos y le agradezco el detalle.

Estamos un rato más charlando y cuando se despide puedo leer la satisfacción y la alegría en su mirada, no tiene nada que ver con la expresión que tenía cuando ha entrado en la habitación. Nos despedimos y siento que me he quitado un gran peso de encima, hoy he hecho las paces con mi madre después de mucho tiempo y me siento bien, se ha vuelto a abrir el vínculo entre nosotras. Por lo menos el accidente ha tenido alguna consecuencia positiva.